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Un reflejo de una cultura clasista: las filas bancarias preferentes


filaCon un innegable aroma a discriminación, las filas en las sucursales bancarias que separan a cuentahabientes de “no cuentahabientes” no solo son comunes en nuestro país sino que cada día crece más el abuso al que es sometido el “visitante” a través del trato diferenciado que recibe, que va desde permanecer más tiempo esperando a ser atendido hasta hacerlo de pie mientras los otros lo hacen cómodamente sentados. Todo indica que la banca institucional cree que aquellos que no son sus clientes son personas de segunda categoría.

Pero ¿qué otra cosa podríamos esperar de estas instituciones y de sus directivos si este nefasto clasismo es uno de los peores síntomas que por desgracia está arraigado en la cultura de nuestro país?

Desde la óptica de servicio a cliente, resulta absurdo pensar que la gente que entra a una sucursal bancaria sin ser cuentahabiente merece un trato distinto. Aunque las razones de su presencia en el banco resultan obvias, parece que a los banqueros no les son tan evidentes y actúan como si estos visitantes no tuvieran nada que hacer ahí. Parece que no les queda claro que todas las personas “no cuentahabientes” que entran a una sucursal bancaria lo hacen en representación del cuentahabiente y por lo tanto son tan clientes como él. Desde una perspectiva ética y moral se hace necesario dejar de nutrir la cultura de los “privilegiados” y apuntar hacia una sociedad más justa e incluyente.

Por otro lado, no se necesita ser sabio ni erudito para notar que este trato diferenciado no otorga ningún valor agregado a nadie y solo provoca filas con tiempos de servicio muy ineficiente sin mencionar los enfados y frustración que se le asocian. Si la banca quiere marcar la diferencia y buscar personas preferentes, entonces que atiendan primero a los adultos mayores, a las señoras embarazadas, a padres con niños pequeños o a personas con alguna discapacidad. Si quieren eficiencia en sus filas que entonces hagan estudios serios que diseñen e implanten sistemas que reduzcan el tiempo que la gente (sin hacer distinciones) pasa en una sucursal. Para marcar la diferencia, necesitan echar mano de una creatividad ética y positiva y dejar de vivir en un pasado absurdo, clasista y por demás discriminatorio.

Ojala que la conciencia de los usuarios y de los banqueros impere para corregir esta vergüenza y provoque un cambio positivo que sea un ejemplo de eficiencia e inclusión.

Foto cortesía de www.es.freeimages.com