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Non Habemus Papam – un cambio de estafeta espiritual


san pedro

La verdad siempre resplandece al final, cuando ya se ha ido todo el mundo. Julio Cerón

De acuerdo con San Malaquías, Benedicto XVI sería el penúltimo Papa de la historia y llevaría el lema de “gloria olivae” (la gloria del olivo). Sin pretender tener la intención de dar fe a ningún vaticinio, pareciera que para la curia, el lema que más les gustaría hacer valer aquí es “la gloria del olvido.” La renuncia del papa ha provocado sorpresas y deja espacio a muchas especulaciones que apuntan hacia las verdaderas razones detrás de su decisión. Los múltiples escándalos y casos de corrupción y abuso aparecen incesantemente en la Iglesia. Hasta hoy, continúan recibiendo la misma respuesta de impunidad, omisión y silencio que lógicamente a los creyentes, les resulta imposible de olvidar.

Es innegable que la Iglesia está pasando por una crisis profunda que se dramatiza aún más con la dimisión del actual pontífice. Benedicto XVI,  deliberadamente eligió para sí un lema y lo llevó a su pontificado. Dicho lema lo adoptó desde que fue nombrado Arzobispo de Munich: «cooperatores veritatis» (colaborador de la verdad).

¿Fue quizá esta actitud de apertura y humilde reconocimiento de errores la que le generó resistencia y rechazo entre sus colaboradores? Es indudable que este Papa es un gran intelectual quien recibió la dificil tarea de guiar a la Iglesia en una época de profundos movimientos de cambio. Aparentemente, eligió dirigirla desde el timón de la verdad.

Si bien resultará dificil conocer la verdad detrás de esta decisión, la nunciatura nos podría sugerir que estos acontecimientos son indicadores de que la Iglesia está en constante renovación, la realidad es que continua atada a viejas costumbres y a dogmas petrificados. La Iglesia no se renueva, lo que está sujeto a renovación constante es la fe y en este momento, parece que está cruzando por un momento importante: La fe inicia de nuevo. 

En medio de la tempestad, el capitán del navío abandonó el timón. Si bien, las razones personales que aparentemente respaldan esta medida son muy respetables, es un símbolo de que las tradiciones y los principios de la fe (al menos la estatutaria) se están tambaleando. En los próximos días, estaremos expuestos a anuncios adornados de forma abundante y “copeteados” con aderezos teológicos para indicar que todo está controlado. Es posible que inclusive presenciemos un cónclave atípicamente corto.  Sin embargo, la realidad es que durante este momento tan relevante de la historia de la religión romana, un nuevo católico está despertando. Este nuevo creyente es más progresista, le gusta participar del mundo y someterse al aprendizaje de sus propias experiencias. Aunque pareciera ser menos receptivo a los dogmas, suele abrazar ideas que le parezcan novedosas y liberales. Esta actitud, lo puede llegar a convertirle en un cómplice de la comunidad anticatólica.

El abrupto cambio en la capitanía de la Iglesia, alcanza a la sociedad en un momento crucial. Se deja en evidencia que será difícil para la nunciatura recobrar el rumbo sin dejar a la vista actitudes chapuceras y argucias políticas. El Vaticano lucha por encubrir su nido de corrupción, lavado de dinero y pedofilia que ponen al descubierto que la curia queda muy alejada del cielo y terriblemente cerca del pecado y la cotidianeidad mundana. La jerarquía católica, deja a la vista ser un reflejo de una profunda descomposición moral que se presta a proteger privilegios y encubrir a criminales.

Si bien pareciera ser un momento para dar rienda suelta a la secularización, estamos ante una oportunidad sin precedentes. Hoy, la comunidad católica se encuentra ante la gran posibilidad de liberar algunas ataduras y comenzar a buscar la verdadera fe y auténtica espiritualidad en dónde siempre residió: en nosotros mismos. Es un momento cumbre para leer las Escrituras con ojos nuevos y abrir la mente al conocimiento que reside en otras fuentes, no necesariamente canónicas. Es tiempo de cuestionar los dogmas y romper así las cadenas que nos ataron durante siglos a una esclavitud espiritual.

Es el momento de reconocer que la fe católica no se escapa de embustes políticos y de enredos morales. El Estado Vaticano nos deja entrever una oscura realidad mundana que todavía podría esconder algunos oscuros secretos entre sus paredes.

Es pues, un momento de renovación espiritual y no de abandono divino. Aprendamos y atrevámonos a reencontrarnos con nuestro ser verdadero. Él vive en nosotros y nosotros en él, nunca ha tenido planes de renunciar y siempre nos estará esperando para acompañarnos “hombro con hombro” el resto del camino. Quizá la consigna de Malaquías sobre Gloria Olivae (el triunfo de la paz) resida, aunque sea en parte, en este proceso de renovación de fe. El tiempo dirá si Benedicto XVI será recordado por haber sido un franco «cooperatores veritatis» y si esta postura tendrá un eco favorable en el desarrollo de la vida espiritual de los católicos.