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Un reflejo de una cultura clasista: las filas bancarias preferentes
Publicado por FP Ramírez España
Con un innegable aroma a discriminación, las filas en las sucursales bancarias que separan a cuentahabientes de “no cuentahabientes” no solo son comunes en nuestro país sino que cada día crece más el abuso al que es sometido el “visitante” a través del trato diferenciado que recibe, que va desde permanecer más tiempo esperando a ser atendido hasta hacerlo de pie mientras los otros lo hacen cómodamente sentados. Todo indica que la banca institucional cree que aquellos que no son sus clientes son personas de segunda categoría.
Pero ¿qué otra cosa podríamos esperar de estas instituciones y de sus directivos si este nefasto clasismo es uno de los peores síntomas que por desgracia está arraigado en la cultura de nuestro país?
Desde la óptica de servicio a cliente, resulta absurdo pensar que la gente que entra a una sucursal bancaria sin ser cuentahabiente merece un trato distinto. Aunque las razones de su presencia en el banco resultan obvias, parece que a los banqueros no les son tan evidentes y actúan como si estos visitantes no tuvieran nada que hacer ahí. Parece que no les queda claro que todas las personas “no cuentahabientes” que entran a una sucursal bancaria lo hacen en representación del cuentahabiente y por lo tanto son tan clientes como él. Desde una perspectiva ética y moral se hace necesario dejar de nutrir la cultura de los “privilegiados” y apuntar hacia una sociedad más justa e incluyente.
Por otro lado, no se necesita ser sabio ni erudito para notar que este trato diferenciado no otorga ningún valor agregado a nadie y solo provoca filas con tiempos de servicio muy ineficiente sin mencionar los enfados y frustración que se le asocian. Si la banca quiere marcar la diferencia y buscar personas preferentes, entonces que atiendan primero a los adultos mayores, a las señoras embarazadas, a padres con niños pequeños o a personas con alguna discapacidad. Si quieren eficiencia en sus filas que entonces hagan estudios serios que diseñen e implanten sistemas que reduzcan el tiempo que la gente (sin hacer distinciones) pasa en una sucursal. Para marcar la diferencia, necesitan echar mano de una creatividad ética y positiva y dejar de vivir en un pasado absurdo, clasista y por demás discriminatorio.
Ojala que la conciencia de los usuarios y de los banqueros impere para corregir esta vergüenza y provoque un cambio positivo que sea un ejemplo de eficiencia e inclusión.
Foto cortesía de www.es.freeimages.com
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Publicado en Reflexiones
Etiquetas: Acoso, Bullying, conciencia, Discriminación, Entendimiento
Acoso Escolar (bullying): la juventud, reflejo fiel de la sociedad
Publicado por FP Ramírez España
La violencia es miedo de las ideas de los demás y poca fe en las propias.
Antonio Fraguas
A pocas semanas del regreso a clases, quiero exponer un tema que si bien no es nuevo, resulta de interés para muchas familias.
Cada día, con más frecuencia las escuelas son testigos silenciosos de las injusticias y actos reprochables de acoso que se suscitan entre sus muros. Los largos brazos del “bullying” alcanzan cada vez a más jóvenes inocentes sin hacer distinción alguna. Este acto tan primitivo, se ha “democratizado” e indiscriminadamente se extiende hasta cualquier rincón de la sociedad juvenil. Por si fuera poco, las redes sociales, pensadas y diseñadas con otro propósito, ahora también sirven para esparcir la epidemia. Existen inclusive ejemplos, que resultaría inútil describirlos, en donde algunos muchachos son orillados a cometer suicidio.
Por fortuna, la sociedad no es ignorante del problema ni tampoco se ha mostrado pasiva frente a el. Desequilibrios o disfuncionalidad, baja autoestima, convivencia pobre, escasos vínculos afectivos e inclusive violencia en el núcleo familiar son algunas de las causas que motivan las agresiones. Aunado a esto, la posible falta de preparación, inconsistencia y hasta pasividad por parte de algunos profesores puede coadyuvar a que el ambiente de acoso florezca en las aulas.
Sabemos que es imposible mantener a los agresores lejos del ambiente escolar. Por otro lado, un programa de prevención que sume esfuerzos de padres de familia, instituciones y de maestros, si bien deseable, sería insuficiente en si mismo para extirpar la agresión de las escuelas. Debemos de reconocer que tristemente la verdadera malicia del acoso cobra fuerza y sentido a través del apoyo, complicidad y aceptación que recibe de los espectadores. Es ahí en dónde debemos redoblar esfuerzos.
¿Por qué es que un hecho injusto, alevoso, negativo e ignorante se torna mágicamente en una situación aceptada e inclusive aplaudida y apoyada por los demás?
¿Qué lleva a un grupo de jóvenes que gozan de buena autoestima, respeto y amor en el vínculo familiar a prestarse para actos de violencia?
En otras palabras, ¿qué convierte súbitamente a un ser pensante en uno descerebrado?
Este es el verdadero trasfondo del bullying. Es innegable (e igualmente triste e importante) que la agresión tiene su origen en la mala actitud de uno o unos cuantos individuos. Sin embargo, la auténtica destrucción nace a raíz del apoyo o indiferencia que le otorgan de manera casi incondicional una comunidad de espectadores aparentemente inofensiva. Estamos lejos y casi maniatados para poder arreglar el origen de la agresión. No podemos llegar a pensar que de repente el desinterés o irresponsabilidad que algunos padres tienen con sus hijos vaya a desaparecer. Tampoco podemos tener ojos en cada baño, pasillo o patio escolar. Sin embargo, sí podemos duplicar nuestros esfuerzos en detener la diseminación del virus.
¿Qué lleva a una persona normal a tolerar algo que en el fondo considera como injusto e inaceptable?
En realidad resulta difícil entender que alguien esté dispuesto a aceptar algo en contra de si mismo. Sin embargo, esta situación puede cambiar si el individuo recibe presión desde el ambiente. La mayoría de nosotros, lo queramos reconocer o no, somos influenciados y movidos por nuestros temores inconscientes. En este caso, el miedo y no otros elementos conductuales, es el verdadero detonador subyacente en el acoso. Queramos aceptarlo o no, nuestros jóvenes habitan en una sociedad dominada por la psicología del temor. Los chicos y las chicas simplemente sienten pavor de ser señalados como diferentes, están petrificados ante la simple posibilidad de ser rechazados. Infelizmente, este sentimiento tan limitante acompañará a la mayoría de los jóvenes hacia la edad adulta.
El miedo a la crítica atenaza y torna dócil a la juventud. El temor transforma a una criatura con capacidad de libre pensamiento en una manipulable que prefiere esperar a que le digan qué hacer y cómo hacerlo. El miedo al rechazo hace que un estudiante íntegro y de principios sólidos, súbitamente apoye la injusticia, el maltrato y la violencia. Nuestros muchachos sienten miedo de poder ser señalados por alguien y entonces prefieren apoyar, que reprochar.
Desafortunadamente, nos guste o no admitirlo, nuestros jóvenes son el espejo de una sociedad miedosa y sumisa que tolera la discriminación, que apoya la corrupción, que acepta la injusticia, que atiza el crimen con su indiferencia y que ha adoptando a la violencia como un hecho de la vida cotidiana. Todo esto simplemente porque tiene miedo de dejar su zona de confort, teme perder lo que tiene o siente miedo a ser criticado.
Por otro lado, además del factor del miedo, nuestros muchachos son víctimas también de la falta de coherencia de la sociedad en la que viven. El bullying se nos hace injusto, pero discriminar a campesinos, indígenas o a cualquiera que parece diferente nos resulta aceptable. El acoso al que son expuestos nuestros hijos en la escuela nos provoca asombro, pero el acoso o agresión que vemos en el trabajo o en la comunidad no lo hace. La educación que reciben nuestros hijos en la escuela nos preocupa, pero la responsabilidad de su formación ética y moral en el hogar nos incomoda. Es tal la incoherencia en la que vivimos, que algunas campañas publicitarias de compañías irresponsables usan al bullying como herramienta de venta, y hasta las consideramos divertidas.
Nos guste admitirlo o no, nuestros jóvenes son el reflejo fiel de una sociedad permisiva, indiferente e injusta. Pero sobre todo: miedosa y sumisa.
Si queremos que acabe el bullying, el mobbing y todas las otras formas de acoso, discriminación o marginación posibles en las escuelas y la sociedad en general, tenemos que empezar por provocar un nivel de entendimiento más profundo en nosotros mismos (padres e hijos). Debemos de dejar de buscar modelos en las telenovelas y empezar a buscarlos en nuestro interior. Debemos de una vez por todas hacerle caso a la intuición y empezar a aceptarnos a nosotros mismos tal y cómo somos. Necesitamos entender que la felicidad misma reside en nosotros y no en pretender ser alguien más o en tener lo que los demás tienen.
Dejemos atrás los miedos y complejos y aprendamos a aceptarnos a nosotros mismos por lo que somos y no por lo que tenemos. Dejemos de perseguir sueños ajenos y aferrémonos a los propios. Olvidémonos de parecernos a alguien más y empecemos a parecernos a quien verdaderamente somos. Dejemos de buscar la aprobación de los demás, no la necesitamos. Permitamos que este sentimiento de auto-aceptación encienda en nosotros la chispa de la tolerancia hacia los demás y que con ella nazca un sentimiento de respeto y armonía.
Tomemos todos los días la decisión responsable e inteligente de extender nuestra mano hacia la víctima. Evitemos a toda costa caer en la absurda y estúpida tentación de apoyar al agresor. Si bien no podemos extirparlos de la sociedad, si podemos decidir no seguirles el juego. Tomemos la decisión de olvidar nuestro miedo y encarar la vida con la determinación de vivir de la manera como nuestro corazón nos dicta. Dejemos atrás la actitud pazguata, vulnerable e indiferente.
Reconozcamos que el miedo habita solamente en nuestras mentes. El temor es el aliado del agresor quien a su vez esconde sus propios miedos detrás de sus acciones. El miedo nos atenaza, somete, divide y margina.
No tenemos que pretender convertirnos en paladines de la justicia y defensores de las causas nobles. Simplemente, tenemos que decidir ser alguien a quien le gusta pensar por si mismo, que se acepta tal y como es, y que día con día, con una actitud justa y positiva toma decisiones responsables, honestas y de respeto hacia los demás y hacia el medio que le rodea.
La vida nos da a todos otra oportunidad. Se llama: mañana. Aprovéchala.
¿Eliges vivir la vida que tú quieres o prefieres intentar vivir la vida que los demás creen que debes vivir? ¿Quieres ser tú o te gusta ser el “títere” que alguien más quiere que seas?
Tomar la decisión depende exclusivamente de ti.
Fotografía cortesía de Stock.xchng http://www.sxc.hu
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Publicado en Miedo
Etiquetas: Acoso, autoayuda, Bullying, cambio de vida, conciencia, determinacion, Entendimiento, Miedo, Mobbing, superación, voluntad, yo interior