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Día de muertos – una tradición que nos visita desde el “más allá”


Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo…. del miedo al cambio. Octavio Paz

Los dos de Noviembre de cada año, se revive la tradición de “día de muertos.” En esta fecha, vivos y difuntos se reúnen en torno a un festejo que nos recuerda que aquellos que fallecieron, simplemente están ausentes y no por ello muertos.

La muerte para muchas culturas es un símbolo emblemático y motivo de culto, respeto y hasta temor. En algunas culturas y en particular en la mexicana, se ha desarrollado una rica tradición de veneración, culto y con ciertos tintes de cercanía y pertenencia: los vivos y los muertos conviven de manera cotidiana.

Este culto a la muerte se extiende más allá de simples muestras de reconocimiento y respeto a los difuntos.  Es parte del mismo soporte místico de la cosmogonía mexicana. Si bien, con el paso del tiempo ha ido adaptando y acogiendo otras creencias, indudablemente refleja que la vida continúa después de la muerte. Antiguamente, la muerte no tenía ningún significado moral del bien o del mal. Las ideas del cielo y el infierno fueron introducidas por la religión católica durante la evangelización. Originalmente, la muerte no implicaba en si misma un premio o un castigo, simplemente era un hecho de la vida.

Debemos de reconocer que la muerte no es restrictiva, no es tajante ni tampoco representa el final. Es simplemente un cambio que nos ayuda a recordar que no necesitamos nada a dónde vamos. Nos vamos tal cual como llegamos: con las manos vacías. Desafortunadamente, en un mundo tan materialista y egoísta, es difícil evadir el apego a los bienes mundanos. La sola idea de perder lo que tenemos nos llena de angustia y temor. Este miedo nos petrifica y nos enrola en actividades y tareas orientadas a evadir o atrasar lo ineludible: nuestro deceso. En nuestra infértil búsqueda de consuelo y evasión del cambio, nos olvidamos de la verdadera razón por la que estamos aquí: descubrirnos a nosotros mismos, encontrar un significado para nuestra existencia, perseguir nuestro propósito verdadero y provocar con ello un nivel de entendimiento más elevado que sí nos acompañará en nuestro viaje transicional.

La sabiduría antigua nos recuerda que la muerte es simplemente un cambio. Si bien las religiones modernas también suman este concepto, incorporan un elemento que transita sobre el hecho de premiar o castigar. El cielo y el infierno se hacen presentes como amenaza latente que vuela sobre las cabezas de la humanidad cuyo único propósito es el de controlarla y manipularla.

¿No es tiempo de empezar a recordar la tradición antigua y reconocer a la muerte como un cambio natural de la vida misma y no como un castigo ineludible que mientras sucede nos agobia el tránsito durante la vida en este plano físico?

¿No es momento de ver a la muerte como la lección que nos enseña que tenemos algo más importante por descubrir en esta vida que simplemente volcarnos a atesorar bienes o perseguir actitudes egoístas que no nos harán falta en nuestra siguiente etapa?

Foto cortesía de Stock.xchng: http://www.sxc.hu/

Encuentra tu verdadero propósito en la vida – Navega con la luz de tu espíritu


Cuando un hombre camina en dirección a su destino, se ve forzado muchas veces a cambiar su rumbo.
Paulo Coelho

Todos nosotros anhelamos tener una vida dichosa, llena de alegría, de paz y de felicidad. ¿Y por qué no? No hay nada de malo ni egoísta en querer perseguir y alcanzar una vida plena. Sin embargo, no es poco común que dediquemos la mayor parte de nuestros esfuerzos y nuestro tiempo a realizar actividades que en el fondo no nos resultan agradables ni interesantes. De manera cotidiana, realizamos tareas y trabajos que o bien sólo nos satisfacen superficialmente, o bien no lo hacen del todo. Sin embargo, nos sentimos obligados a hacerlas porque de alguna manera creemos que eso es lo que se espera de nosotros. Aunque en realidad no habría nada de malo en cumplir con nuestras obligaciones, debemos de reconocer que nuestra vida sería más dichosa si las actividades que emprendemos día con día, no solo nos ayudan a cumplir con nuestras responsabilidades, sino que además el simple hecho de hacerlas nos llena de motivación y alegría.

Si lo meditamos un poco, no podría haber situación más frustrante que tras años de diligente esfuerzo, nos encontremos mirando hacia atrás sólo para darnos cuenta de que  lo que hemos venido haciendo ni nos satisfizo ni tampoco nos ayudó a llegar a donde pretendíamos hacerlo. En otras palabras, nos parecería que las cosas que hicimos nos salieron mal a pesar de nuestro esfuerzo y dedicación. Desafortunadamente, esta situación puede estar sucediéndonos sin siquiera darnos cuenta. De manera rutinaria, distraída y hasta inconsciente nos enrolamos en las actividades cotidianas y nunca nos damos tiempo para hacer un alto en el camino para revisar nuestro mapa. Es más, quizá nos encontremos tan ocupados que ni siquiera hemos pensado en trazar uno. Si este fuera el caso, y en verdad no sabemos bien a bien hacia dónde vamos, entonces nos encontramos navegando a la deriva. El viejo adagio dice: “no hay viento favorable para un barco sin rumbo.”

Por lo tanto, si pasamos año tras año persiguiendo objetivos difusos, poco claros e inclusive ajenos, nos llevará invariablemente a desembocar en una situación en la que desafortunadamente nos daremos cuenta que hemos estado perdiendo el tiempo. Infelizmente, ese tiempo perdido ya no lo vamos a poder recuperar. Se hace imprescindible entonces, que tracemos nuestro mapa lo antes posible. Definir esta carta de navegación personal será la diferencia entre llegar a dónde pretendemos o pasarnos la vida a la deriva. Aún y cuando trazar este mapa puede no ser una tarea sencilla, necesitamos esforzarnos para hacerlo. Debemos de reflexionar y buscar en nuestro interior el verdadero propósito de nuestra vida.

¿Conoces el tuyo?

Quizá te encuentres persiguiendo plenamente tu propósito, quizá ya lo estás buscando o probablemente estés en el proceso de reconocer la importancia de encontrarlo. Independientemente en qué etapa te ubiques, te darás cuenta que encontrar el verdadero propósito de tu vida le va a dar sentido a tus acciones y decisiones. Además, te va a dar una dirección y un rumbo a seguir y adicionalmente te va a llenar de energía y motivación realizar actividades de manera cotidiana que te llenan de alegría y júbilo. En pocas palabras, un propósito le aporta significado a tu vida.

Cómo se mencionó anteriormente, encontrar el verdadero propósito de nuestra vida no siempre es una tarea fácil. Sin embargo, debemos de darnos el tiempo para encontrarlo. Cuando lo hagas, no temas “girar el timón” para recuperar el rumbo. El Hábito 1 del libro “Los 10 Hábitos de la Gente Altamente Atractiva” te será de utilidad para empezar a provocar el auto-conocimiento que te ayudará en esta tarea. Solamente tú (y nadie más) eres capaz de descubrirlo. Si todavía no lo haces, nunca es demasiado tarde para empezar a buscarlo.

Fotografía cortesía de stock exchange www.sxc.hu

Acoso Escolar (bullying): la juventud, reflejo fiel de la sociedad


La violencia es miedo de las ideas de los demás y poca fe en las propias.

Antonio Fraguas

A pocas semanas del regreso a  clases, quiero exponer un tema que si bien no es nuevo, resulta de interés para muchas familias.

Cada día, con más frecuencia las escuelas son testigos silenciosos de las injusticias y actos reprochables de acoso que se suscitan entre sus muros. Los largos brazos del “bullying” alcanzan cada vez a más jóvenes inocentes sin hacer distinción alguna. Este acto tan primitivo, se ha “democratizado” e indiscriminadamente se extiende hasta cualquier rincón de la sociedad juvenil. Por si fuera poco, las redes sociales, pensadas y diseñadas con otro propósito, ahora también sirven para esparcir la epidemia. Existen inclusive ejemplos, que resultaría inútil describirlos, en donde algunos muchachos son orillados a cometer suicidio.

Por fortuna, la sociedad no es ignorante del problema ni tampoco se ha mostrado pasiva frente a el. Desequilibrios o disfuncionalidad, baja autoestima, convivencia pobre, escasos vínculos afectivos e inclusive violencia en el núcleo familiar son algunas de las causas que motivan las agresiones. Aunado a esto, la posible falta de preparación, inconsistencia y hasta pasividad por parte de algunos profesores puede coadyuvar a que el ambiente de acoso florezca en las aulas.

Sabemos que es imposible mantener a los agresores lejos del ambiente escolar. Por otro lado, un programa de prevención que sume esfuerzos de padres de familia, instituciones y de maestros, si bien deseable, sería insuficiente en si mismo para extirpar la agresión de las escuelas. Debemos de reconocer que tristemente la verdadera malicia del acoso cobra fuerza y sentido a través del apoyo, complicidad y aceptación que recibe de los espectadores. Es ahí en dónde debemos redoblar esfuerzos.

¿Por qué es que un hecho injusto, alevoso, negativo e ignorante se torna mágicamente en una situación aceptada e inclusive aplaudida y apoyada por los demás?

¿Qué lleva a un grupo de jóvenes que gozan de buena autoestima, respeto y amor en el vínculo familiar a prestarse para actos de violencia?

En otras palabras, ¿qué convierte súbitamente a un ser pensante en uno descerebrado?

Este es el verdadero trasfondo del bullying. Es innegable (e igualmente triste e importante) que la agresión tiene su origen en la mala actitud de uno o unos cuantos individuos. Sin embargo, la auténtica destrucción nace a raíz del apoyo o indiferencia que le otorgan de manera casi incondicional una comunidad de espectadores aparentemente inofensiva. Estamos lejos y casi maniatados para poder arreglar el origen de la agresión. No podemos llegar a pensar que de repente el desinterés o irresponsabilidad que algunos padres tienen con sus hijos vaya a desaparecer. Tampoco podemos tener ojos en cada baño, pasillo o patio escolar. Sin embargo, sí podemos duplicar nuestros esfuerzos en detener la diseminación del virus.

¿Qué lleva a una persona normal a tolerar algo que en el fondo considera como injusto e inaceptable?

En realidad resulta difícil entender que alguien esté dispuesto a aceptar algo en contra de si mismo. Sin embargo, esta situación puede cambiar si el individuo recibe presión desde el ambiente. La mayoría de nosotros, lo queramos reconocer o no,  somos influenciados y movidos por nuestros temores inconscientes. En este caso, el miedo y no otros elementos conductuales, es el verdadero detonador subyacente  en el acoso. Queramos aceptarlo o no, nuestros jóvenes habitan en una sociedad dominada por la psicología del temor. Los chicos y las chicas simplemente sienten pavor de ser señalados como diferentes, están petrificados ante la simple posibilidad de ser rechazados. Infelizmente, este sentimiento tan limitante acompañará a la mayoría de los jóvenes hacia la edad adulta.

El miedo a la crítica atenaza y torna dócil a la juventud. El temor transforma a una criatura con capacidad de libre pensamiento en una manipulable que prefiere esperar a que le digan qué hacer y cómo hacerlo. El miedo al rechazo hace que un estudiante íntegro y de principios sólidos, súbitamente apoye la injusticia, el maltrato y la violencia. Nuestros muchachos sienten miedo de poder ser señalados por alguien y entonces prefieren apoyar, que reprochar.

Desafortunadamente, nos guste o no admitirlo, nuestros jóvenes son el espejo de una sociedad miedosa y sumisa que tolera la discriminación, que apoya la corrupción, que acepta la injusticia, que atiza el crimen con su indiferencia y que ha adoptando a la violencia como un hecho de la vida cotidiana. Todo esto simplemente porque tiene miedo de dejar su zona de confort, teme perder lo que tiene o siente miedo a ser criticado.

Por otro lado, además del factor del miedo, nuestros muchachos son víctimas también de la falta de coherencia de la sociedad en la que viven. El bullying se nos hace injusto, pero discriminar a campesinos, indígenas o a cualquiera que parece diferente nos resulta aceptable. El acoso al que son expuestos nuestros hijos en la escuela nos provoca asombro, pero el acoso o agresión que vemos en el trabajo o en la comunidad no lo hace. La educación que reciben nuestros hijos en la escuela nos preocupa, pero la responsabilidad de su formación ética y moral en el hogar nos incomoda. Es tal la incoherencia en la que vivimos, que algunas campañas publicitarias de compañías irresponsables usan al bullying como herramienta de venta, y hasta las consideramos divertidas.

Nos guste admitirlo o no, nuestros jóvenes son el reflejo fiel de una sociedad permisiva, indiferente e injusta. Pero sobre todo: miedosa y sumisa.

Si queremos que acabe el bullying, el mobbing y todas las otras formas de acoso, discriminación o marginación posibles en las escuelas y la sociedad en general, tenemos que empezar por provocar un nivel de entendimiento más profundo en nosotros mismos (padres e hijos). Debemos de dejar de buscar modelos en las telenovelas y empezar a buscarlos en nuestro interior. Debemos de una vez por todas hacerle caso a la intuición y empezar a aceptarnos a nosotros mismos tal y cómo somos. Necesitamos entender que la felicidad misma reside en nosotros y no en pretender ser alguien más o en tener lo que los demás tienen.

Dejemos atrás los miedos y complejos y aprendamos a aceptarnos a nosotros mismos por lo que somos y no por lo que tenemos. Dejemos de perseguir sueños ajenos y aferrémonos a los propios. Olvidémonos de parecernos a alguien más y empecemos a parecernos a quien verdaderamente somos. Dejemos de buscar la aprobación de los demás, no la necesitamos. Permitamos que este sentimiento de auto-aceptación encienda en nosotros la chispa de la tolerancia hacia los demás y que con ella nazca un sentimiento de respeto y armonía.

Tomemos todos los días la decisión responsable e inteligente de extender nuestra mano hacia la víctima. Evitemos a toda costa caer en la absurda y estúpida tentación de apoyar al agresor. Si bien no podemos extirparlos de la sociedad, si podemos decidir no seguirles el juego. Tomemos la decisión de olvidar nuestro miedo y encarar la vida con la determinación de vivir de la manera como nuestro corazón nos dicta. Dejemos atrás la actitud pazguata, vulnerable e indiferente.

Reconozcamos que el miedo habita solamente en nuestras mentes. El temor es el aliado del agresor quien a su vez esconde sus propios miedos detrás de sus acciones. El miedo nos atenaza, somete, divide y margina.

No tenemos que pretender convertirnos en paladines de la justicia y defensores de las causas nobles. Simplemente, tenemos que decidir ser alguien a quien le gusta pensar por si mismo, que se acepta tal y como es,  y que día con día, con una actitud justa y positiva toma decisiones responsables, honestas y de respeto hacia los demás y hacia el medio que le rodea.

La vida nos da a todos otra oportunidad. Se llama: mañana. Aprovéchala.

¿Eliges vivir la vida que tú quieres o prefieres intentar vivir la vida que los demás creen que debes vivir? ¿Quieres ser tú o te gusta ser el “títere” que alguien más quiere que seas?

Tomar la decisión depende exclusivamente de ti.

Fotografía cortesía de Stock.xchng  http://www.sxc.hu

Reconéctate con tu yo superior (tercera parte)


Los 10 hábitos de la Gente Altamente Atractiva aplicados para reconectarte con tu “yo superior.”

La creencia no es el principio, sino el fin de todo conocimiento.

Johann W. Goethe

Hábito 3: Revisa tu patrón de creencias conflictivas o incongruentes

Desde que somos niños se nos inculcan muchas conductas e ideas. Se nos enseña acerca de lo que está bien y de lo que está mal, acerca de lo que es moral e inmoral e inclusive se nos enseña qué tipo de actitudes y comportamientos debemos de mostrar ante ciertas situaciones. Este aprendizaje nos acompaña de manera inconsciente durante toda la vida. Esta programación mental estará allí para “regresarnos a la caja” y mantenernos atrapados dentro de los límites que nosotros mismos nos hayamos impuesto.

En lo que se refiere a la espiritualidad y nuestra relación con el Creador, no es la excepción. Desde que nacemos, los seres humanos somos educados en <<La palabra>> de Dios. Ya sea si crecimos católicos, protestantes, judíos, musulmanes, o de cualquier otra religión recibimos y aprendemos de nuestras familias y de la casa religiosa correspondiente, la verdad sobre Dios y sus misterios. Cada doctrina tiene sus fundamentos, sus rituales y sus tradiciones. Sin embargo, aunque a primera vista pareciera que existen diferencias entre cada una de ellas, en el fondo se tratan de modelos de pensamiento similares.

La palabra religión, proviene del latín “religare” que significa re-conectar e implicaría algo así como el medio por el cual establecemos una reconexión con el origen o con la fuente. En otras palabras, el objetivo de la religión es indicarnos y definirnos cuál es nuestra relación con Dios.

Independientemente de cual sea nuestro caso, invariablemente las doctrinas religiosas nos enseñan una serie de proposiciones que se ostentan como ciertas e innegables y se nos solicita que las adoptemos. En otras palabras, debemos de creer en un principio o idea, que no admite réplica y cuya veracidad no está sujeta a prueba. En el fondo, esta doctrina no tendría nada de correcto ni tampoco de incorrecto, es simplemente una idea o propuesta como cualquier otra. El problema nace en nosotros mismos al momento de imponernos paradigmas que nos son imposibles de debatir. Es decir, aceptamos un esquema mental que también nos solicita pasividad racional e intelectual. En el caso de la religión y de nuestra relación con Dios, se nos enseña a adoptar una postura única, cerrada, petrificada, invariable e imposible de cuestionar.

Debemos de reflexionar y de estar atentos para reconocer que ciertas posturas nos encierran en nosotros mismos y nos evitan que abramos la mente y la puerta a aceptar otros puntos de vista. Una postura rígida nos limita para poder desarrollar una concepción más elevada del mundo y tener un pensamiento más libre.

Los comentarios y sugerencias de las páginas 36, 37, 38 y 39 del libro “Los 10 Hábitos de la Gente Altamente Atractiva” te pueden servir de guía para reconocer y es su caso erradicar aquellas creencias que limitan tu potencial.

Creer en algo es válido y muy respetable. Sin embargo, hay que estar atento cuando estas creencias limiten nuestra capacidad natural de reconocer y de reconectarnos con nuestro ser superior. Estar atrapado en la rigidez de una ideología, puede cerrarte la puerta a la oportunidad de encontrar niveles de consciencia más elevados y alejarte del camino que te lleva a entenderte mejor a ti mismo y a tu verdadera relación con Dios. Ahora bien, cuándo tenemos la expectativa de que podemos establecer una reconexión con nuestro Ser Superior, entonces esta creencia actuará a favor nuestro y nos dará fuerza para que la comunicación se establezca y mejore día con día.

16 de Septiembre de 2012 – ¿202 años de independencia o de negligencia?


“Sin importar el tamaño de la ciudad o pueblo en donde nacen los hombres o mujeres, ellos son finalmente del tamaño de su obra, del tamaño de su voluntad de engrandecer y enriquecer a sus hermanos”

Ignacio Allende

Pareciera difícil de creer que a más de 200 años de vivir en una nación soberana, la sociedad parece no estar a la altura de lo que esto debiera implicar. Al día de hoy, solo tenemos fuerza para expresar un precario patriotismo a través de celebraciones vacías de nacionalismo, pero rebosantes de matracas, banderines, tequila y abrazos fraternales. Basta con solo mirar a nuestro derredor para darnos cuenta que México se nos está yendo de entre los dedos.

Miles de hogares rotos, la triste pobreza e injusticia que prevalece en cualquier rincón del país y un sinnúmero de otras condiciones que atentan contra la supervivencia misma de la sociedad, son lastimosos testigos de esta situación. Hoy más que nunca, tenemos como mexicanos el desafío de aprender a levantarnos y a buscar acciones que corrijan el rumbo y nos lleven a dónde verdaderamente pertenece una nación soberana e independiente.

Ya es tiempo de que el continuo sufrir social se transforme en sabiduría. Ya es hora de aprender de nuestros errores y dejar de celebrar a pesar de que estos se repitan. Si no provocamos como mexicanos éste entendimiento, el dolor y amargura al que históricamente hemos sometido a millones de connacionales habrá sido en vano.  Vivimos en un momento que reta a nuestra capacidad como personas y nos empuja hasta el límite de lo que humanamente podemos considerar como aceptable. Ya no nos podemos seguir haciendo de “la vista gorda” ante la presencia de la guerra, el asesinato, políticos imbéciles, impugnaciones deshonestas, corrupción, riñas de poder, pasmosa indiferencia y sobretodo, un creciente odio que quiere encontrar su origen en lo que nos hace diferentes.

Poco nos falta (si es que no hemos llegado ya) para matarnos entre hermanos por tener opiniones políticas o religiosas distintas. Al día de hoy y por increíble que parezca, líderes irresponsables usan la discordia como arma política para hacer crecer su popularidad, en lugar de para invitar al diálogo y a la cordura.

En momentos cómo estos, ¿cómo es posible sentirse orgulloso de ser mexicano? Qué sería ser independiente sino haberse ganado el derecho y responsabilidad de tomar decisiones propias que no atenten en contra de los derechos ajenos. Ser soberano implica tener el compromiso con nosotros mismos y con quienes nos rodean para crear un México más justo y más próspero para nuestros hijos y las demás generaciones venideras.

Nos guste o no, la vida es un espejo que refleja lo que nosotros mismos somos por dentro. El México que vemos, es un cruento reflejo de lo que cada mexicano es en su interior. Por lo tanto, si en verdad no nos gusta lo que vemos <<allá afuera>> más nos vale empezar a modificar nuestra actitud y nuestra manera de pensar y actuar como ciudadanos.

La clave para poder experimentar un México mejor para todos es empezar a vivir condiciones de bienestar, justicia, paz y felicidad dentro de cada uno de nosotros mismos. Es quizá parecido al sentimiento que experimentamos los días dieciséis de septiembre. Sin embargo, en lugar de dejar que fluya de manera efímera como consecuencia de un frenesí colectivo, debemos dejar que nos inunde y colme nuestro espíritu de la energía que significa ser mexicano.

Permitamos que éste sentimiento provoque un cambio profundo y permanente en cada uno de nosotros. Honremos a partir de esta noche, la memoria de aquellos mexicanos que colocaron los valores de justicia y libertad por encima de sus propias existencias. Estos verdaderos héroes, nos legaron un México independiente que puede hoy darse el lujo de escribir su propia historia como nación. Es hora de cambiar el rumbo y evitar que el siguiente capítulo describa cómo nos fuimos por el escusado.

Basta de buscar allá afuera al culpable de tus desgracias o al responsable de tu bienestar futuro. Si en verdad hay uno, con seguridad lo vas a encontrar frente a ti la próxima vez que te mires al espejo.

El cambio que queremos para México empieza dentro de cada uno de nosotros.

¿Qué puedes hacer tú para ya no lastimarlo más? ¿Qué puedes hacer tú para ayudar a sanarlo?

¿Quizá dejar de comprar pirata o robado? ¿Quizá adquirir más productos lícitos de manufactura o procedencia nacional? ¿Quizá ser mejor estudiante? ¿Quizá ser más crítico y dejar que palabrerías babosas de malos mexicanos te embelesen para que sigas apoyando sus absurdas carreras políticas? ¿No prestarte para actos de corrupción? ¿Ser quizá un mejor hijo? ¿Un mejor padre? ¿Ser mejor patrón? ¿Ser mejor empleado? ¿Ser más honesto? ¿Más responsable? ¿Con qué puedes ayudar hoy a México?

¿Qué quieres estar realmente celebrando el próximo 16 de Septiembre?

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Reconéctate con tu yo superior (segunda parte)


Los 10 hábitos de la Gente Altamente Atractiva aplicados para reconectarte con tu “yo superior.”

Si el espíritu es un atributo divino, una existencia conforme al espíritu será verdaderamente divina.

Sigmund Freud

Hábito 2: Libera tu mente de emociones y pensamientos limitantes

La mayoría de nosotros tenemos de manera inconsciente una serie de paradigmas que literalmente nos llevan a ser lo que creemos que somos y a tener lo que creemos que merecemos. Date cuenta que eres tú quien decide esas convicciones y que nadie te obliga a mantenerlas o a aceptarlas. Los pensamientos limitantes, que pueden tomar forma de duda o miedo, te alejan de poder elevar tu nivel de conciencia y de establecer una conexión en armonía con tu yo interior. Estos pensamientos te restringen para poder experimentar al máximo la vida y te contribuyen a sentir agobio y preocupación por vivir. Si tu mente te dice “eso es imposible” o “eso es difícil,” entonces inevitablemente estarás atrayendo a tu realidad, situaciones de imposibilidad o dificultad que no harán más que confirmarte tus propias convicciones.

Recuerda la analogía que se establece entre el proceso creativo y la metamorfosis de la mariposa en la página 30 del libro “Los 10 hábitos de la Gente Altamente Atractiva.” Cada uno de nosotros puede elegir pensar como oruga y mantener los mismos esquemas mentales que te ratifican día a día la misma realidad, o pensar como mariposa y enfocar la mente hacia ideales más elevados.

Tu “yo superior” no está alejado, no está dormido ni tampoco se encuentra separado de ti. Vive en armonía y unidad contigo y te está continuamente hablando y guiando. Tu “ser superior” no conoce límites ni dificultades. Estará siempre ahí para ti y está en ti hacer o no posible esta reconexión. Tus pensamientos y paradigmas pueden aproximarte o alejarte en este proceso. Identifica, reconoce y libérate de aquellos pensamientos que te impidan acercarte y escuchar a tu guía interior.

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La muerte: ¿final fatalista o transformación natural?


Si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente sería una burla cruel.

M. Gandhi

Todos nosotros hemos experimentado de alguna manera el sentimiento que acompaña a la muerte. En la mayoría de los casos, me puedo aventurar a asegurar que la emoción producida en nosotros no fue agradable. Independientemente de que haya sido provocada por haber estado próximo a ella, o tras haber perdido a algún ser amado.

La muerte en sí misma, la percibimos como algo tenebroso y terrible. La ciencia la describe como un proceso terminal con el que concluye la vida. Este tipo de definiciones, si bien pretenden ser profesionales y objetivas, no nos resultan demasiado alentadoras. Por otro lado, nuestra cabeza está llena de dudas con respecto a las implicaciones que acompañan al hecho de fallecer. Esto nos lleva inevitablemente a experimentar ansiedad y miedo.

Sócrates alguna vez dijo: “El temor a la muerte, no es otra cosa que considerarse sabio sin serlo, ya que es creer saber sobre aquello que no se sabe.” Ciertamente, nadie conoce con certeza lo que pasa después de morir, sin embargo, solemos considerarlo como el peor de los males o castigos.

La muerte siempre ha sido temida por la humanidad. En muchas civilizaciones, los dioses de la muerte eran personificados como temibles seres que se encargaban de separar al alma del cuerpo y posteriormente solicitar cuentas a los difuntos. ¿Suena familiar?

Hasta nuestros días, esta perversa tradición nos ha seguido sin sufrir demasiadas alteraciones. La calavera encapuchada sosteniendo una guadaña, no es precisamente una imagen de amistad. Por otro lado, las religiones modernas, aunque quizá con tintes diferentes, tampoco han evolucionado o profundizado demasiado en este tema.

Nos guste o no, de algo podemos estar seguros: todos vamos a experimentar la muerte. Entonces, resulta adecuado que empecemos a enfrentarla como un hecho de la vida misma y no como una fatalista terminación de esta. La muerte es inevitable y segura. Por lo tanto, parte de vivir, es morir.

La muerte no denota un final sino una continuación de la existencia. Es una especie de transformación (la oruga “muere” y da vida a la mariposa). El alma, que anima y da vida al cuerpo físico, lo libera y sigue su camino. Es el momento en que tu “verdadero yo” continua con su viaje.

La muerte resulta una parte integral de la existencia. La vida en este plano físico es una oportunidad para crecer espiritualmente y dedicaros a perseguir propósitos más elevados y menos egoístas. Aprende a escuchar a tu “yo interior.” Deja que su sabiduría fluya en armonía junto con tus pensamientos. Permite que te dé guía y soporte a tu vida en este mundo. Tú estás en él y él en ti, en unidad continuarán con su travesía una vez que abandonen el cuerpo que hoy habitan. ¡Buen Viaje!

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Reconéctate con tu Ser Superior (primera parte)


Los 10 hábitos de la Gente Altamente Atractiva aplicados para reconectarte con tu “Ser Superior.”

Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia,
podremos descubrirnos como criaturas de perfección…

Juan Salvador Gaviota

Habito 1: Conócete a ti Mismo

Indiscutiblemente el primer paso para establecer la reconexión con tu guía interna, consiste en que tengas plena conciencia y conocimiento de quién eres tú y que reconozcas que ésta expresión espiritual reside en tu interior. Cada persona sobre la tierra cuenta dentro de su cuerpo físico con dicha expresión. La puedes llamar alma, espíritu o de cualquier otra forma. Esta parte de tu ser está ligada en armonía de manera natural con el universo y con todo lo que existe, incluyéndote a ti.

Este aspecto de nosotros mismos, nuestro “Ser Interior,” si se lo permitimos puede llegar a jugar un rol importante y decisivo en nuestra vida. El “Ser Interior” y tú no están en realidad separados el uno del otro, porque ambos constituyen dos vertientes de la misma fuente. Para descubrirlo, simplemente tienes que aprender a atenuar tu mente lógica y racional para poder sincronizarte con tu guía interior. Si eres como la mayoría de la gente, entonces tienes esa pequeña “vocecilla” dentro de tu cabeza que no se está quieta y te está hablando constantemente. Para poder reconectarte con tu yo interior, debes de aprender a “callar” a esta voz y simplemente permitir que tu fuente entre en sincronía con tus pensamientos.

Para lograr la conexión, debes de aprender a aquietar la mente y así evitar que la ansiedad y las preocupaciones estorben el proceso. El ejercicio de las páginas 17 y 18 del libro “Los 10 Hábitos de la Gente Altamente Atractiva” te puede ayudar en esta tarea. Cómo en todo, la práctica te ayudará a dominar la técnica.

Tu sistema de  “guía personal” te será de gran ayuda para definir el camino y las acciones que debes de emprender para engancharte con tu propósito verdadero. Nuestra mente, a veces racional en exceso, suele guiarse por lo que le parece más lógico. Regularmente cómo parte de este proceso, tendemos a escuchar y hasta validar nuestras propias creencias y deseos con las opiniones del resto de la gente. Sin embargo, debes de entender que tu “guía interior” es suficiente y mucho más importante que la opinión o la dirección de los demás.

Cuando estableces una conexión efectiva y en armonía con tu guía interior, el universo manifestará para ti las experiencias y oportunidades que te llevarán hacia dónde realmente perteneces y a dónde tu verdadero yo quiere ir. Tus emociones, en todo momento te servirán de guía en el camino. Recuerda que si experimentas emociones positivas como alegría, júbilo o esperanza, significa que estás tomando las acciones y camino correctos. Si por el contrario, sientes miedo, angustia, depresión o dolor, entonces es hora de modificar el rumbo (revisa la página 77 del libro “Los 10 Hábitos”). Por ejemplo, si al despertar por las mañanas experimentas hastío o depresión por tener que realizar tus actividades cotidianas, significa que estas no te resultan verdaderamente satisfactorias y que necesitas un cambio de rumbo. Tu guía interior te lo indica de forma inequívoca a través de las emociones que experimentas.

Conócete a ti mismo y eleva el nivel de tu consciencia. Acepta a tu “yo interior,” invítalo a tu vida y aprende a vivir en armonía con él. La práctica diaria de la meditación te será de gran ayuda en este proceso.

Entender las razones detrás de nuestras metas


Tú no necesitaste fe para volar, lo que necesitaste fue comprender lo que era el vuelo.

El significado del vuelo va más allá de una manera de trasladarse para conseguir algunas migajas caídas de un bote.

Juan Salvador Gaviota

A medida que vamos creciendo y desarrollándonos, de una u otra manera aprendimos que para alcanzar nuestras metas es necesario tener confianza en nosotros mismos. En otras palabras, necesitamos nutrirnos con fe. Sin embargo, son escasas o quizá nulas las veces en que se nos invitó o enseñó a entender las razones por las cuales queríamos alcanzar tal o cuál objetivo.

A medida que nos convertimos en adultos, la “chispa” y capacidad de soñar de nuestra infancia va desapareciendo y a falta de comprensión, comenzamos simplemente a acostumbrarnos a vivir en un estado rutinario y hasta inconsciente. Nunca supimos realmente para qué queríamos ser presidentes, reyes, astronautas, científicos, doctores, etc.

Ahora, la mayoría de los días nos levantamos de forma automática, nos subimos al auto, al bus o al subterráneo y simplemente invertimos gran parte de nuestro esfuerzo y “capacidad de vuelo” para trasladarnos a buscar esas migajas caídas del bote. Solemos mantener nuestra mente enfocada en “hacer” y poco nos ocupamos en reflexionar acerca de “por qué hacerlo.” Si acaso, nos convencemos de que estas razones se explican simplemente para cumplir con ciertas responsabilidades u obligaciones que descansan sobre nuestros hombros.

¿Sabes bien para qué emprendes el vuelo todos los días?

¿Dónde quedaron aquellos sueños que tanto te hacían sonreír de niño?

¿Tus verdadero propósito esta alineado con las actividades que realizas cotidianamente?

¿Te sientes satisfecho, completo y feliz con tu vida?

Todos los objetivos que nos planteamos en la vida, siempre resultan más alcanzables cuando conocemos la verdadera razón qué yace detrás de cada uno de ellos. Tú sabes bien que tienes la capacidad de lograr todo lo que te propongas, en ti subyace de manera natural una fe poderosa. Sin embargo, quizá es momento de no solamente creer en todo lo que podemos alcanzar sino empezar a entender bien para qué lo queremos lograr.

Es posible que muchas veces te hayas empeñado diligente y eficientemente en alcanzar algún objetivo y a pesar de tus esfuerzos no lo has conseguido. ¿No será que quizá este objetivo no está alineado con tu verdadero propósito en la vida?

Si quieres modificar de manera efectiva lo que ves <<allá afuera>> empieza por entenderte mejor a ti mismo y a armonizar con tu ser interior. Solamente hay una persona que te puede ayudar a descubrir este camino: tú mismo.

Te invito a poner en práctica los hábitos 1, 9 y 10 del libro “los 10 hábitos de la Gente Altamente Atractiva.” Descubre algunas técnicas para comenzar a alinearte con tu guía interior, conoce la importancia de la fe, así como la relevancia de ampliar tu sabiduría.

Fotografía cortesía de: stock.xchng http://www.sxc.hu/

Tu vida necesita un cambio cuando…


 “Cuándo no sepas lo que quieras, elige felicidad, y cuándo no sepas que hacer, no hagas nada.”

Mike Dooley

De manera cotidiana, nuestros esfuerzos y acciones de una u otra manera están orientados a mejorar nuestro estilo de vida y a buscar ser “más felices.” Diariamente cada uno de nosotros dedica gran parte de sus actividades y empeño a la consecución de estos objetivos.

Si quisiéramos separarlos, podemos decir para simplificar que la mayoría de los individuos divide sus metas en dos partes: la económica y las demás. La primera es muy objetiva y se puede establecer en términos de “pesos y centavos.” Sin embargo la segunda suele ser más subjetiva y no resulta tan sencillo establecer métricas que la evalúen eficazmente.

No obstante lo anterior, me parece que si por un lado nos resulta más sencillo medir la parte económica, deberíamos por el otro intentar también establecer una especie de operación aritmética para medir la segunda. Durante mis años en la universidad, aprendí que existen algoritmos que se pueden usar para diferentes fines, entre ellos, por ejemplo se encuentran aquellos que se aplican para conocer la “salud” de las empresas. Cuando se usan, estas fórmulas matemáticas arrojan un resultado que nos indica fríamente si la empresa está bien o está mal, no hay puntos intermedios ni espacio para discusión.

Basado en este ejemplo, ¿pudiéramos llegar a establecer alguna “prueba ácida” para aplicar a nuestra vida? Es decir, una especie de algoritmo cuyo resultado sea simplemente sí o no. El resultado arrojado debería de ser una interpretación reveladora, sin espacio para la discusión u opinión. Necesitamos objetividad en la prueba, pues el resultado (nos guste o no) nos indicaría que debemos de establecer algunos cambios en nuestra vida para de alguna manera corregir el rumbo y poder dirigirnos hacia donde realmente nos gustaría ir.

Yo propongo realizar el ejercicio que Steve Jobbs describe en 2005 durante su discurso a los graduados de Stanford:

Mírate al espejo cada mañana y pregúntate: “¿si hoy fuera el último día de mi vida, me gustaría hacer lo que estoy por hacer el día hoy?” Y cuándo la respuesta es “No” por varios días, sabrás que tienes que cambiar algo.

Resulta interesante que una reflexión tan sencilla pueda llegar a “tocarnos” tan profundamente. Cuándo tu respuesta es no, entonces significa que no estas cubriendo con las expectativas conscientes o subconscientes que te gustaría alcanzar. En conclusión, tu vida necesita un cambio. Quizá otros objetivos que te has propuesto se están cumpliendo, sin embargo, estos se están alcanzando a costa de otros que inconscientemente consideras igualmente o quizá más importantes. O bien, simplemente estas dejando de lado algo que es valioso para ti.

¿Te has preguntado qué quieres hacer el resto de tu vida?

¿Te has preguntado cuál es el propósito de tu vida?

Dentro de ti, existe el potencial para cambiar tu vida y dirigirla exactamente hacia donde esa “vocecilla” interna te dice que debes de ir. Todo empieza por alinear tus pensamientos precisamente con ese modelo de vida que imaginas como ideal. Llega a conocerte a ti mismo, y empieza a construir la vida de diseño intencional que quieres para ti.

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