Ser competitivo no significa ser excelente


excelencia«La vida es como una obra de teatro: no es la duración sino la excelencia de los actores lo que importa» Séneca.

¿Qué te viene a la mente cuando escuchas la palabra competitivo?

La sociedad contemporánea valora mucho la eficiencia, la riqueza, el prestigio y el poder. Hoy en día tenemos poco espacio para el autoconocimiento, la tolerancia y la paciencia, y al parecer la carrera hacia la cima del mundo se ha convertido en un  ideal que para muchos representa un objetivo tan importante que están dispuestos a conseguirlo a cualquier precio. En otras palabras, la llamada sofisticada sociedad de éste siglo, deja sitio sólo para los mejores y estos parecieran ser aquellos que están dispuestos a pasar por encima de los demás sin importar las consecuencias.

Durante mucho tiempo se nos ha inculcado el espíritu competitivo como un remedio contra la pasividad y la mediocridad. Es decir, parece que confundimos a la competitividad con la excelencia. Dentro de muchos de nosotros existe la falsa creencia de que ser más competitivos nos convierte en mejores personas, sin embargo, esto no puede estar más alejado de la verdad porque la competencia destruye, esclaviza y margina. La competencia percibe inevitablemente a nuestro prójimo como amenaza u obstáculo para conseguir el objetivo deseado. Por otro lado, nuestro ego tiene un nivel de consciencia y entendimiento muy superficial y una vez que se engancha en el juego de la competencia nunca queda satisfecho. La competencia requiere de rivalidad y esta conduce a la enemistad y en consecuencia al odio, todos ellos son sentimientos negativos que atraerán inevitablemente para quien los experimente, situaciones o eventos de la misma polaridad. Esto significa que con el afán de ganar, la persona que es obstinadamente competitiva se atrae hacia su realidad situaciones que terminarán por aislarlo y victimarlo.

La verdadera medicina contra la mediocridad, es la excelencia. Aspirar a ser excelente genera un esfuerzo individual orientado al desarrollo máximo personal sin entrar en competencia con alguien más. Cuando uno aspira a ser excelente, se desea ser mejor mediante un sentimiento y actitud que es incluyente y solidaria. La excelencia construye, libera y acerca a las personas. La excelencia invita a la superación personal mientras que la competencia incita a superar al otro. La excelencia es un principio liberador que permite al hombre alcanzar su máxima capacidad y a percibir al otro no como el enemigo a vencer, sino como un compañero en el viaje. La excelencia implica tomar la actitud correcta y responsable para hacer las cosas de la mejor manera posible.

Cuando decidimos ser excelentes, estamos tomando una elección que nos atraerá muchos más beneficios y satisfacciones que sólo ser competitivos. Ser excelente significa decidir tener buena actitud, inclusive antes los malos momentos. Ser excelente implica ayudar a nuestro entorno y a quien necesita apoyo. Ser excelente es decidir actuar con honestidad y con optimismo. Ser excelente es decir sí se puede. Ser excelente nos invita a respetar las ideas, los derechos y los sentimientos de los demás.  Ser excelente es aprender a vivir en armonía con lo que te rodea,  implica que seas tú mismo y que persigas tu verdadero propósito.

Si bien en ésta búsqueda no hay medallas, los premios recibidos son mucho más significativos y siempre se quedarán contigo.

Publicado el mayo 1, 2012 en Alcanzar Metas y etiquetado en , , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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